viernes, 20 de mayo de 2011

El chongo perfecto

Mario es de esos que nunca sabés dónde estarán ni qué estarán haciendo. Puede estar en Londres tomando un té o en Praga en pleno otoño. Te puede pasar a buscar para ir a comer un chori en un puestito rápido o llevarte al mejor restaurante de París. Puede comer pochoclos descalzo en tu sofá o pagar un recorrido en bote por todo Venecia.

Mario se pierde en los aueropuertos del mundo o te despierta a las 4 de la mañana estando en una fiesta con los garotos del Brasil en pleno lunes. Te hace el regalo perfecto para tu cumpleaños, te conoce todos los gustos y sabe qué escribirte en los momentos más duros de tu vida. Se lleva bien con tu mamá, tu papá lo adora, cocina y sabe combinarse los colores de la ropa. Caballero, te abre la puerta del auto, te pregunta si necesitás algo o qué planes tenés para el fin de semana. Te lleva a viajes relámpagos, paga los mejores hoteles y te ofrece zambullirte en las playas del caribe por sólo 3 días, all inclusive. No tiene problemas con unas vacaciones en Las Toninas con tus viejos y el perro, pero nunca le ofrezcas un chocolate que no sea negro.

Mario mira películas lloronas con vos, te calienta los pies cuando se salió la sábana de la cama y te levanta con un rico olor a café y tostadas calentitas. Te espera las 4 horas de shopping y no le da lo mismo rojo que negro, te dice cuál va mejor con tu color de piel y con los zapatos que te acabás de comprar.

Mario es el chongo perfecto. Pero el chongo para ellos. Mario es gay y acababa de llegar a Argentina después de meses sin pisar su tierra natal. Me estaba tocando el timbre y me estaba invitando a tomar algo, light y sin gas, para ponernos al día con todas nuestras novedades.

'Me imagino que voy a ser la madrina, ¿o no?' salió gritando. Ahí estaba, de vuelta, Mario, mi mejor amigo gay.

sábado, 7 de mayo de 2011

NN masculino (II)

Salir corriendo no podía, llamar a la policía era muy exagerado. Marcos no entendía nada, pero igual me tranquilizó. Seguro de sí mismo, no pensaba en la posibilidad de que un Tarzán podía tocarnos el timbre en busca de su Jane perdida, y preñada. Yo tenía una mezcla de intriga, miedo, emoción, adrenalina y ansiedad, todo junto, era un guiso de sentimientos.

No sabía si producirme, peinarme y arreglarme o esperar atrás de la puerta con el palo de amasar. Podía ser una joda, algún vecino aburrido, el amor de mi vida o, no sé, planteé miles de opciones. Hasta la de que Marcos me estuviese poniendo a prueba. Es increíble lo que puede llegar a pensar una mujer en esas situaciones.

Por las dudas, y para no tener que arrepentirme después, me cambié, me peiné un poco y me puse un poco de maquillaje. Ni muy muy, ni tan tan. Seguramente Marcos no se haya dado por aludido, seguía en la suya y sólo me preguntaba si estaba bien o necesitaba algo.

Para las 3 y media ya me había tomado dos té y había gastado la suela de las chatitas recorriendo el departamento de acá para allá. Yo notaba una sonrisa en la cara de Marcos y eso me daba que pensar. ¿Y si era todo una joda de él y yo estaba cayendo como la mejor y quedando como la boluda del siglo? ¿Qué estaba tramando? Y si era así.. ¿quién iba a aparecer a las 4 frente a la puerta? Mientras seguía dandole vueltas al asunto, el reloj marcó las 4. Puntual, preciso y seguro sonó el timbre. Marcos se levantó y me dijo: 'Dale, atendé'

Me dio un poco más de seguridad y pensé 'puedo estar tranquila, debe ser una joda de él. Ahora seguro abro y hay un payaso con un cartel diciendo CAÍSTE BOLUDA'
Abrí y miré al piso. Zapatos de punta, negros, de cuero, relucientes, brillantes. Pantalón azul platino, formal, suave, al cuerpo. Camisa rayada blanca y azul, haciendo juego, metida adentro del pantalón, bordeado por un cinto bastante llamativo. Pañuelo al bolsillo y un moño en el cuello.

'¡Sorpresaaaaa! ¿Mirá quién vino?' Y lo abracé y lo puteé de alegría.