viernes, 24 de febrero de 2012

Ahora somos mamá y papá

Ahí nomás me sacaron al primero y empecé a hacer fuerzas para que salga el segundo. El cansancio que tuve al final de todo eso es inimaginable, pero tuve la mejor recompensa del mundo. Dos criaturitas que sostenía con mis brazos que recién llegaban, pero ya me habían cambiado la vida. La sensación de ser madre es lo máximo, te sentís inalcanzable y como que todo lo demás deja de tener valor. Adquirís el coraje suficiente como para afrontar cosas que nunca pensaste que ibas a poder afrontar y tomás una posición con respecto a la vida totalmente diferente. Es una coraza que impide que cualquier cosa te pueda afectar y a pesar de la baba, los pañales, los mocos, las toallitas desinfectantes y los llantos, estás feliz porque ellos te hacen feliz.

Marcos no tuvo tiempo de reaccionar. Estaba duro. Yo le pedía que me ayudara y al final se terminó poniendo las pilas. Hagan de cuenta que había parido a 3, porque este estaba sucio, vomitado y encima lloraba. Cuando salieron los doctores y le dieron la noticia a mis viejos, el grito que dió mi vieja hasta yo lo escuché que estaba en la habitación, así que imaginensé. Realmente iba a cambiar a toda la familia y a partir de ahora nos íbamos a manejar de otra manera. Ahora todo se iba a multiplicar por dos: esfuerzos, llantos, gastos, etc. pero también la alegría de ser madre por partida doble. Me afrontaba a un gran desafío: criar mellizos. Pero me sentía preparada para eso y mucho más. Además no estaba sola, lo tenía a Marcos, que a pesar de ser infantil y mandarse sus cagadas sabía que con la llegada de los babies iba a dejar de hacer esas tonterías y que iba a ser un gran padre.

Fueron dos: un nene y una nena. Primero nació él y después ella. Se iban a cuidar tanto.. Ya me lo imaginaba a él bien guardabosques y a ella toda una reina seductora. Se iban a amar tanto y se iban a acompañar en todo momento. Ella lo molestará a él, le mirará los amigos y pelearán por ver fútbol o dibujitos en la tele. Ella no se va a querer ensuciar y él volverá embarrado hasta la cabeza de la cancha. Armaré té con galletitas con princesas y jugaré carreras de biciletas con él.

Lo miré a Marcos y le dije: 'Ya está. Lo hicimos. Estoy tan feliz..Te amo'.

Al ratito volvieron los médicos y nos dijeron: '¿Y? ¿Cómo están mamá y papá? ¿Cómo se van a llamar los nenes?'
Nos miramos con Marcos. Serios los dos: todavía no teníamos los nombres de nuestros hijos.



Ustedes ¿cómo piensan que se llaman? ¡La encuesta está abierta!

martes, 14 de febrero de 2012

Se nos adelantó el bebé: ¡Rompí bolsa!

'No, no lo perdiste..pero vamos a tener que adelantar el parto, porque no fue una pérdida normal, rompiste bolsa. Según el registro, vos tenías fecha para el 14 de febrero, ¿no?. Bueno, vas a ser madre un poco antes, el primero de enero'

Todos se callaron y miraron al doctor sorprendidos. Aparentemente no era la única que había pensado que lo había perdido. Como en las películas, pasaron todos del llanto a la alegría y empezaron a gritar eufóricos y ansiosos con la noticia.
Me tranquilicé por un segundo. Pero después me dí cuenta que estaba por ser mamá. También me pregunté si el bebé estaba preparado para salir, si se había terminado de formar o si habría algún problema. Después de todo, iba a ser ochomesino.
Los doctores me informaron que no había ningún problema, el cuerpo estaba formado y todos los órganos bien diferenciados. A lo sumo, no habría terminado de crecerle el pelo, las pestañas o uñas, pero luego le desarrollarían. Nada de qué preocuparse. Aparentemente.

Marcos estaba paralizado, duro, no se movía ni decía nada. De pronto empezó a gritar y a querer controlar todo. Lamentó no tener una grabadora para poder tener el recuerdo de ese hermoso momento que estábamos por vivir. Se abrazó a mis viejos y ellos lo sacaron carpiendo por el olor que tenía, realmente era asqueroso.

Me sugirieron hacer una cesárea, pero me negué rotundamente. Siempre había soñado con el parto natural, así que no quería nada raro, ni peridural; no quería ver agujas ni pastillas, nada. De haber podido hasta lo hubiese echo en casa, pero en ese momento no estaba para imponer condiciones. Sólamente que respeten mi decisión. ¡Si había que sufrir y hacer fuerza, lo hacemos carajo!

Me secaron la cara, me abrieron las piernas, me prepararon todo y echaron a todos de la habitación. Se vació la pieza, sólamente quedaron un par de médicos y enfermeras. Marcos pidió quedarse, quería presenciar el parto de su hijo. Mis viejos esperaron afuera.

Arrancó tipo 6 y media de la tarde y me acuerdo cada segundo. Todavía tengo las imágenes guardadas en mi retina. Creo que nunca hice tanta fuerza como ese día, creía que se me iban a salir los órganos. Afortunadamente no pasé vergüenza en algún exceso de fuerza ni se me escapó nada que no tenía que salir. Marcos me agarró de la mano y me incitaba a seguir, que iba bien y que estábamos a punto de hacer el gran cambio de nuestras vidas. Me repetía incansablemente que era una mujer con todas las letras y que me amaba. Yo puse en práctica los ejercicios de respiración pero no me sirvieron para nada.

'Pujá, pujá, dale que ya sale. Venís genial, un poco más, ¡ahora!' - eran las palabras del doctor.
'Ya salió la cabeza, vamos que ya está, dale, un último esfuerzo, ¡vamos!' - a lo que yo contestaba con un ¡¡¡¡AAAAAH!!!! que se escuchaba hasta el pasillo.

Cuando salió sentí que me había pasado de mambo y había largado lo que no tenía que largar, ustedes entenderán. Pero cuando escuché el llanto, me relajé y sonreí como nunca. Fue la mejor sensación del mundo, incomparable con cualquier cosa. Lo miré a Marcos y él me susurró 'ya está, somos mamá y papá ahora. Te amo'.

En medio de los aplausos y la llenada de besos que le dimos al bebé, nos interrumpió el grito del doctor: '¡Opa, opa, opa! Parece que esto no terminó acá. Se viene la segundaaaa, aro aro aro'.

jueves, 2 de febrero de 2012

Todo se va a la mierda

Me vio la mano y se le abrieron los ojos como dos platos. Entré en pánico y me largué a llorar. Parecía que nos tenían que pasar cosas así para que reaccionemos y paremos un poco con tanta locura. Siempre pasa lo mismo. Tiene que pasar lo peor para que uno tome magnitud de las cosas importantes y de lo que puede perder si no se saca el pie del acelerador.

Se puso un calzoncillo y una bermuda, ni pensamos en el vómito, el aliento, los dolores de cabeza ni el estado en el que estábamos. Descalzo salió a pedir el ascensor y, mientras lo esperaba, me vino a buscar y me levantó en brazos, tipo Tarzán con Jane.

Yo no paraba de llorar y gritar. 'Lo arruinamos todo, Marcos. Nos fuimos a la mierda, lo perdí. ¡Qué pelotudos que somos, mirá hasta dónde llegamos!'. Él no decía nada, ni me tranquilizaba ni me transmitía paz, estaba en shock también.

Me subió al auto y a toda velocidad me llevó al hospital. Entró a los gritos, conmigo a los brazos, diciendo que tenía una pérdida y pidiendo un doctor. Los doctores ya nos conocían y vinieron a ayudarnos enseguida. Yo llegué desmayada. Entre el stress, susto, cansancio y el shock no aguanté y perdí la conciencia. Eso lo asustó más a Marcos y entró en la habitación junto con la doctora. Me recostaron en la camilla y me empezó a revisar. Marcos salió y se fue al baño, a acomodarse un poco y tener la cabeza ocupada en otra cosa.

Cuando desperté me encontré con un par de doctores cuchicheando entre ellos y viendo papeles y estudios, muy serios. Al lado mío estaban mis viejos y Marcos, que estaba llorando, acariciándome. Eso me puso en alerta, porque para que Marcos llorara algo grave tenía que pasar. Mi papá la abrazaba a mi vieja, que también estaba llorando. Yo no entendía nada y empecé a preguntar qué había pasado y porqué estaban todos así. En un susurro Marcos me decía que no pasaba nada, que estaba todo bien. Obviamente no le creí, en ese estado no me podía decir que estaba todo bien.

Un médico tomó la palabra y me empezó a dar un sermón y explicar cosas que no entendíamos. Yo me imaginaba lo peor, que lo había perdido y también me había jodido algo adentro. Sentía dolores en el vientre, una molestia muy grande y me llevé las manos directamente. Marcos decía todo el tiempo que era todo culpa suya y me pedía perdón.

Me saturé. Recién me levantaba y me dolía la panza, sentía que había perdido a mi hijo. Tenía un grupo de doctores adelante que me hablaban de cosas que no entendía y no me aclaraban nada. Mis viejos llorando al otro lado y Marcos echándose la culpa y pidiéndome perdón.

'¡Carajo, basta. Sean claros y díganme qué pasó de una vez!. ¿Lo perdí? ¿Eh? ¿Lo perdí? Díganmelo de una vez, por Dios'