Mario es de esos que nunca sabés dónde estarán ni qué estarán haciendo. Puede estar en Londres tomando un té o en Praga en pleno otoño. Te puede pasar a buscar para ir a comer un chori en un puestito rápido o llevarte al mejor restaurante de París. Puede comer pochoclos descalzo en tu sofá o pagar un recorrido en bote por todo Venecia.
Mario se pierde en los aueropuertos del mundo o te despierta a las 4 de la mañana estando en una fiesta con los garotos del Brasil en pleno lunes. Te hace el regalo perfecto para tu cumpleaños, te conoce todos los gustos y sabe qué escribirte en los momentos más duros de tu vida. Se lleva bien con tu mamá, tu papá lo adora, cocina y sabe combinarse los colores de la ropa. Caballero, te abre la puerta del auto, te pregunta si necesitás algo o qué planes tenés para el fin de semana. Te lleva a viajes relámpagos, paga los mejores hoteles y te ofrece zambullirte en las playas del caribe por sólo 3 días, all inclusive. No tiene problemas con unas vacaciones en Las Toninas con tus viejos y el perro, pero nunca le ofrezcas un chocolate que no sea negro.
Mario mira películas lloronas con vos, te calienta los pies cuando se salió la sábana de la cama y te levanta con un rico olor a café y tostadas calentitas. Te espera las 4 horas de shopping y no le da lo mismo rojo que negro, te dice cuál va mejor con tu color de piel y con los zapatos que te acabás de comprar.
Mario es el chongo perfecto. Pero el chongo para ellos. Mario es gay y acababa de llegar a Argentina después de meses sin pisar su tierra natal. Me estaba tocando el timbre y me estaba invitando a tomar algo, light y sin gas, para ponernos al día con todas nuestras novedades.
'Me imagino que voy a ser la madrina, ¿o no?' salió gritando. Ahí estaba, de vuelta, Mario, mi mejor amigo gay.
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Hace 1 año