Ahora se veía todo tan diferente.. El departamento nos quedaba chico para 4, pero nos íbamos a ir acomodando de a poco y al final nos la arreglaríamos para poder estar cómodos. Todos los artículos de madres y embarazadas se me vinieron a la cabeza la primer noche, que no pude dormir nada. Al principio por estar enamorada de esas dos cositas hermosas y tiernas que no podía soltar. Imaginensé cómo fueron los primeros días, con UN cochecito, UN cambiador, UNA mantita, pañales para UNO. Todo en individual. Con Marcos nos pegamos unas corridas para cambiarlos, bañarlos, limpiarlos.. ¡Y para darles de comer! Para colmo a los dos les pasaba lo mismo y al mismo tiempo. Todos los días tenía a los dos, uno en cada brazo, dándoles de comer. El dolor de tetas que yo tuve al principio, mientras me bajaba la leche y ellos se alimentaban era tremendo. Si bien estaba algo acostumbrada porque Marcos me vivía tocando las tetas o cuando hacíamos el amor, eran como un banquete para él, cuando las dos boquitas empezaban a chupar, eran insaciables y me dejaban seca. Y al rato les volvía a agarrar hambre y yo no tenía nada. Todo un quilombo.
Marcos se puso las pilas definitivamente y dejó las pendejadas en el pasado. Cambió pañales, vistió, desvistió, bañó, me ayudó a limpiar el departamento, se levantó a la madrugada. ¡¡Se levantó a la madrugada!! Los primeros días con ese tema fueron mortales. No pegué un ojo en 10 días aproximadamente. Mi cara y mi cuerpo no estaban para nadie después de esos días, pero le agarramos la mano y a lo último lo hacíamos cancheros. Sin embargo, durante esa semana, una vez que estaban bañados, cambiados, con la pancita llena y calentitos y se quedaban dormidos, recién ahí me ocupaba de mí. Tal es así que me he bañado a las 3 de la mañana, o almorcé a las 4 de la tarde y así todos los días. Pero yo feliz. Feliz de cada acción maternal que tenía que hacer, más en compañía de un padre con todas las pilas que se la re bancó y hasta a la noche, cuando podía apoyar la cabeza en la almohada, me decía que era sexy.
De sexo ni hablar. Yo estaba re cachonda. Tenía casi un mes de nada, nada, nada, nada. Marcos se la habrá arreglado manualmente, porque entendía mi situación y con la panza y todo era súper incómodo. Una vez que parí, los nenes nos traían en quinta, así que no teníamos tiempo para nosotros. Aparte me sentía horrible. Entre ojeras, pelos revueltos, vestida con cualquier cosa, me manchaba o me vomitaban, siempre sucia, transpirada con el calor de enero y los pelos pegados a la frente, un aliento a perro callejero y olvidate de la depilación. Fiona era un poroto al lado mío, hasta me habían salido los bigotes. Fiona y el gato con botas eran un poroto al lado mío. Mis piernas eran un asco, mi piel súper reseca y abandonada y la lencería sexy quedó en el cajón, fue reemplazada por bombachudos y corpiños cómodos que me permitieran pelar las gomas en cualquier momento y en cualquier lugar.
Algo tenía que hacer por mi imagen, no podía ser que hasta el portero de 60 años me haya visto las tetas.