domingo, 18 de marzo de 2012

Mamá a prueba de balas.

Los problemas no tardaron en aparecer. Si bien estuvieron unos días en la incubadora por haber nacido antes de la fecha esperada, eso no significó ningún riesgo para ellos y nos garantizaron la tranquilidad a los padres. A los pocos días ya estábamos de vuelta en nuestro nidito de amor.

Ahora se veía todo tan diferente.. El departamento nos quedaba chico para 4, pero nos íbamos a ir acomodando de a poco y al final nos la arreglaríamos para poder estar cómodos. Todos los artículos de madres y embarazadas se me vinieron a la cabeza la primer noche, que no pude dormir nada. Al principio por estar enamorada de esas dos cositas hermosas y tiernas que no podía soltar. Imaginensé cómo fueron los primeros días, con UN cochecito, UN cambiador, UNA mantita, pañales para UNO. Todo en individual. Con Marcos nos pegamos unas corridas para cambiarlos, bañarlos, limpiarlos.. ¡Y para darles de comer! Para colmo a los dos les pasaba lo mismo y al mismo tiempo. Todos los días tenía a los dos, uno en cada brazo, dándoles de comer. El dolor de tetas que yo tuve al principio, mientras me bajaba la leche y ellos se alimentaban era tremendo. Si bien estaba algo acostumbrada porque Marcos me vivía tocando las tetas o cuando hacíamos el amor, eran como un banquete para él, cuando las dos boquitas empezaban a chupar, eran insaciables y me dejaban seca. Y al rato les volvía a agarrar hambre y yo no tenía nada. Todo un quilombo.

Marcos se puso las pilas definitivamente y dejó las pendejadas en el pasado. Cambió pañales, vistió, desvistió, bañó, me ayudó a limpiar el departamento, se levantó a la madrugada. ¡¡Se levantó a la madrugada!! Los primeros días con ese tema fueron mortales. No pegué un ojo en 10 días aproximadamente. Mi cara y mi cuerpo no estaban para nadie después de esos días, pero le agarramos la mano y a lo último lo hacíamos cancheros. Sin embargo, durante esa semana, una vez que estaban bañados, cambiados, con la pancita llena y calentitos y se quedaban dormidos, recién ahí me ocupaba de mí. Tal es así que me he bañado a las 3 de la mañana, o almorcé a las 4 de la tarde y así todos los días. Pero yo feliz. Feliz de cada acción maternal que tenía que hacer, más en compañía de un padre con todas las pilas que se la re bancó y hasta a la noche, cuando podía apoyar la cabeza en la almohada, me decía que era sexy.

De sexo ni hablar. Yo estaba re cachonda. Tenía casi un mes de nada, nada, nada, nada. Marcos se la habrá arreglado manualmente, porque entendía mi situación y con la panza y todo era súper incómodo. Una vez que parí, los nenes nos traían en quinta, así que no teníamos tiempo para nosotros. Aparte me sentía horrible. Entre ojeras, pelos revueltos, vestida con cualquier cosa, me manchaba o me vomitaban, siempre sucia, transpirada con el calor de enero y los pelos pegados a la frente, un aliento a perro callejero y olvidate de la depilación. Fiona era un poroto al lado mío, hasta me habían salido los bigotes. Fiona y el gato con botas eran un poroto al lado mío. Mis piernas eran un asco, mi piel súper reseca y abandonada y la lencería sexy quedó en el cajón, fue reemplazada por bombachudos y corpiños cómodos que me permitieran pelar las gomas en cualquier momento y en cualquier lugar.

Algo tenía que hacer por mi imagen, no podía ser que hasta el portero de 60 años me haya visto las tetas.

martes, 6 de marzo de 2012

¿Cómo se te traspapeló el segundo corazón?

'La verdad que tuvimos muchos inconvenientes todos estos meses y nunca llegamos a un acuerdo entre los dos. ¿Nos dejan un rato hablando para que lo decidamos? Después él mismo va a ir a hablar con ustedes para que los puedan anotar y cumplir con todos los papeles.'

Nos dejaron solos. Yo estaba muy cansada pero igual tenía que resolver un tema demasiado importante como para poder descansar. Se barajaron un sinfín de nombres junto con todas los justificativos. Hasta se le ocurrió ponerle al varón Marcos para armar una especie de tradición que él mismo empezaría. Lo saqué carpiendo.
Al final de la charla llegamos a un común acuerdo: él elegiría el de ella, y yo el de él. Así fue como, finalmente, nuestros hijos tuvieron nombre: Sol y Gregorio.

Los abuelos y los médicos quedaron encantados con la decisión y en unas fichas médicas pudimos ver la primera documentación de nuestros hijos. Ella había nacido primero con una diferencia de 20 minutos con respecto a él. Ya me imaginaba las peleas que estos minutos iban a ocasionar más adelante, o las cargadas al respecto.
Tenía la familia ideal, estábamos para una foto cuando nos trajeron a los bebés y empezamos a mimarlos, acariciarlos y contemplarlos. Eran tan lindos...

Los médicos no se salvaron del interrogatorio que les empezó a hacer mi vieja. Salvo aquella primer consulta que es mejor olvidar, siempre me había tratado con profesionales de ese hospital, así que ellos tenían que saber todo del progreso del embarazo y de ¡cómo no se habían dado cuenta que eran 2!
Pensando un poco en frío, una vez nos habían advertido que nos íbamos a llevar una grata sorpresa el día del parto, pero eso no decía nada, nunca lo habíamos tomado por ese lado. De todos modos, nos tendría que haber informado, por más sorpresa que sea.

Siendo sincera no me había echo todas las ecografías que debería, pero de todas formas me explicaron que en las que me había realizado no se pudo distinguir el otro bebé porque estaba escondido detrás del que se veía. En todas, la que siempre se vió fue a Sol, menos en aquella que se vio la 'sorpresa'. Además, esa fue la única vez que me atendí con ese tipo, en las otras siempre fueron con mujeres y no pudieron detectar al segundo corazoncito latiendo.

Al final parece que Grego iba a ser bueno jugando a las escondidas porque no lo habían descubierto ni los doctores.

Ahora no tenía más motivos para dejar de sonreír, me sentía plena, en mi mejor momento, rodeada de las personas que me hacían feliz y con 2 bebés en brazos que ya me habían cambiado la vida. ¡La pucha que vale la pena ser mamá! ¡¡¡Y más por dos!!!