sábado, 30 de julio de 2011

Relax.. ¿relax?

Me lo tomé con calma, ya bastante movido había sido todo hasta ese momento. Pero parecía haber más. Las sorpresas nao tem fim. Por supuesto que lo primero que preguntamos era si estaba todo bien, no me podía perdonar si algo de lo que había hecho hubiese perjudicado al baby, pero por suerte todo seguía normal.

Me agarró otro ataque de locura, pero esta vez del bueno: preparar la pieza del bebé. Quizás quedarnos sin living, reducir el espacio del balcón, pero el bebé tenía que tener su lugar. Si bien el departamente no es demasiado grande como para agregarle una pieza, 4 paredes y un techo propio tenía que tener nuestro hijo/a. Así que me puse en plan de albañil y salimos a buscar personas que nos ayudaran con los materiales, las medidas, y que se pongan los sombreros de papel con forma de barco con nosotros.

Brocha en mano, me dediqué a los rincones, los detalles, los colores y la iluminación. Instalamos cuna, armario, luces y hasta una mesita con silla. La verdad que, por ser improvisado, quedó bastante lindo. Por supuesto que nos trajo unos buenos dolores de cabeza y sentíamos como la plata se gastaba tan rápido y en tal cantidad. Eso era otro tema. Yo sin estar trabajando y las cosas de bebés que tenían los precios por las nubes, sumado a la construcción de la piecita. Por suerte los abuelos, amigos, madrinas y padrinos que se sumaron ayudaron en todo sentido y eso se los voy a agradecer siempre. La fecha se nos venía encima, estábamos entrando en diciembre y la ansiedad se incrementaba tanto como la alegría. Empezaron a aparecer las decoraciones navideñas y los arbolitos adornados, síntoma de la inminente navidad, fiesta que tanto me gusta celebrar. No paraba de sonreir y llorar al mismo tiempo, la sensibilidad la tenía a flor de piel, estaba en la cima de la felicidad.

Pero como no todo es felicidad Marcos me enfrentó con la realidad de frente: 'Gorda, tenemos problemas económicos. Vení, sentate.'

domingo, 17 de julio de 2011

Renovada

Si, decididamente necesitaba volver a ser mi antigua yo. Las cosas con Marcos volvieron a ser tal como fueron hasta el ataque de locura. Pedí perdón a montones y a todo el mundo. Gracias a Dios me entendieron y perdonaron todos y todo. Volvía a sentir esa tranquilidad y seguridad que me daba el embarazo. De pronto todo volvía a ser de color de rosas. O celeste?

Moría de ganas de saber el sexo del bebé pero a la vez quería que sea una sorpresa. Tenía la intriga a flor de piel, pero imaginé que la sorpresa del momento iba a ser superior y preferí esperar. Todos elaboraban teorías al respecto. 'Va a ser varón, por la forma de la panza y aparte estuviste comiendo muchas nueces'. 'Seguro es nena porque no engordaste tanto'. Se generaron hasta apuestas respecto del tema y yo no podía hacer más que reirme.

Empecé a escribir todo, para tener un registro detallado y acordarme siempre de lo que había pasado durante ese hermoso tiempo de los '9 meses'. Con la ayuda de todos fui anotando lo que había pasado, lo que ellos pensaban cuando me vieron en ese estado que quiero olvidar siempre pero que ya forma parte de mi vida y, sobre todo, lo que Marcos esperaba, sentía, sus ilusiones, sus proyectos.
Todos los días nos levantábamos haciendo la cuenta regresiva. El médico ya me había dado la fecha: 14 de febrero. Si, justo el día de los enamorados, ¿casualidad? El calor de noviembre ya se hacía notar bastante y con una panza enorme me costaba dormir, vestir, salir a la calle, bañarme, todo. El placard lo tuve que reemplazar entero por ropa cómoda, llena de flores, me sentía una vieja, o como cuando los viejos usan esos pijamas estirados. Un espanto.
Marcos pensaba igual que yo con respecto a saber el sexo del bebé, así que seguimos adelante con que sea una sorpresa.

Me hacía ecografías como si fuera algo natural, rutinario, ya era como una costumbre. Le comentamos al médico que no queríamos saber el sexo, pero él ya lo sabía y siempre se reía cuando miraba por la pantallita. Un día nos dijo: 'el 14 de febrero no saben qué sorpresa se van a llevar'.

Lo miré a Marcos y él me miró a mí. ¿Y ahora que se viene?

jueves, 7 de julio de 2011

Recuperando la calma

El miedo se había apoderado de mi embarazo. Para colmo, empezaba el frío y los días se acortaban. Tenía todo el tiempo para mi, y para mi bebé. Me hacía las ecografías y todos los análisis que me tenía que hacer, eso era una regla. Los resultados los esperaba ansiosa siempre, imaginandome tanto lo bueno, como lo malo. Fue una época en la cual me separé un poco de Marcos, quiso tomar distancia porque a él tampoco le estaba haciendo nada bien. De un día para el otro la felicidad se había transformado en desesperación y toda la alegría había sido reemplazada por el miedo. La distancia entre Marcos y yo se hizo notar en todos lados: convivencia, sexo, familias, cenas, reuniones, compras y todo lo referido a los 9 meses que pensábamos compartir enteros y felices, disfrutando de este regalo de la vida. Yo tenía miedo que ese regalo fuese una bomba que en cualquier momento iba a explotar. O, peor aún, que yo misma iba a hacer explotar.

Mis viejos y mis amigos ya no sabían qué más hacer. Había completado una biblioteca de libros maternales donde todos decían que 'era la mejor etapa', 'el momento más feliz de tu vida' y demás clichés que ya estaba cansada de escuchar y nunca sentirlo, vivirlo, poder compartirlo y decir: Si, es lo mejor.
Me recomendaron terapia, cursos, viajes, descansar, internarme, todo. Pero a nada le veía algo bueno, ni nada que me fuera a hacer bien. Ese hijo lo tenía que cuidar con uñas y dientes y pensaba que cualquier cosa le iba a hacer mal. Llegué al punto de no permitirle a Marcos que lo vea, que lo sienta, que me toque la panza y sienta las pataditas. La panza ya estaba enorme y quedaban sólamente 3 meses.

Afortunadamente, para la semana 25 y tal como una vez cambió todo de un día para otro, volvió a pasar. Me empecé a sentir mejor, más tranquila, más sana y segura. Dejé todos esos fantasmas encerrados y en el pasado y recapacité ante mi presente, lo que estaba viviendo y que, de una vez por toda, lo tenía que disfrutar. Me aboqué a la religión y sentí que era mi refugio, mi lugar donde encontrar la paz que no sentía hacía mucho tiempo. Las cosas con Marcos empezaron a estar bien nuevamente y retomé el contacto familiar y amigo que me hacía falta. Escuché consejos, salí a caminar, me tomé las cosas con calma y volví a sonreír. En ese tipo de situaciones es cuando realmente te das cuenta quiénes SIEMPRE van a estar al lado tuyo, a pesar de todo.